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Sin mente como la Barbie.

agosto 24, 2023
Si hay algo que siempre me ha caracterizado durante toda mi vida es el talento que llevo encima para ser – en pocas palabras – una perra básica que vive empeliculada con la vida, los clichés de las canciones de Taylor Swift y las películas antiguas de Lindsay Lohan.
Editorial Gold Dust Woman – Modelo: Valentina Acosta

Porque en realidad ser una perra básica compone varias cosas: mi serie favorita es Gossip Girl, mi color favorito es el rosado, todavía no supero a One Direction, tengo una playlist para cada momento de mi vida y mi mayor sueño es que se me rompa un tacón mientras me bajo de un taxi en Nueva York para llegar a mi trabajo como editora jefe en Vogue; porque ser una perra básica me puede hacer amante de lo banal y lo superficial pero – spoiler alert – no reduce mi IQ.

La verdad, nunca me ha cerrado esa idea que nos vendieron desde pequeñas que para ser valiosas debemos medirnos por números, enfocarnos en todo aquello que no sea nuestro cuerpo y que si algunas de nuestras metas a corto plazo son pintarnos el pelo de mono, ponernos las acrílicas o aprender a combinar nuestro maquillaje con nuestro outfit, somos menos.

Como si todo fuera una ecuación inversamente proporcional de esas que nos enseñaban en el colegio y a más vanidad, menos inteligencia.

Porque si hiciera una lista de cosas que no entiendo, justo debajo de la física molecular, vendría el de dónde surge esta necesidad de sentirnos siempre moralmente superiores. ¿Desde cuándo tenemos que ser numéricamente perfectas para tener algún tipo de valor social? Ya viene siendo hora que dejemos atrás ese complejo oceánico dónde buscamos que nuestro rasgo más destacable sea nuestra profundidad y seamos como Miley Stewart y Hannah Montana: aceptemos que dentro de nosotras existe lo mejor de dos mundos.

¡Sí! Soy la vieja que cuenta los días para ponerse las uñas otra vez, a la que le encanta pintarse el pelo para cerrar ciclos y siempre que va a comprar algo pregunta si lo hay en rosado, con brillos o algún otro color pastel. Pero también soy la que aprendió a maquillarse para tapar las ojeras que le quedaron por estar trabajando hasta tarde, la que se obligó a ir a terapia para sanar a su niña interior, y la que ya no se calla sus opiniones por el afán de hacer amigos o ser la más querida de la oficina.

Editorial Gold Dust Woman – Modelo: Valentina Acosta

Dejemos de comernos ese cuento que tenemos que ser una sola cosa. Que sí nos preocupa el orden de nuestro feed de instagram, el color de nuestro delineado y hacemos cuentas para ver cuando nos lavamos el pelo para que cuadre con nuestros planes, nuestras metas no son válidas, importantes o reales.

Desde chiquita escuché mil veces que las fangirls, las swifties o las niñas rosa éramos como la Barbie: sin mente. Como si Barbie no tuviera más de 100 profesiones, crisis existenciales (gracias por esa, Greta Gerwig), pensamientos profundos – para mayor referencia ver Barbie Proust – y viviera ocupada.

Creo que ya va siendo hora de entender que dedicarnos a lo que nos gusta – así sea cantar a grito herido las canciones de RBD mientras nos hacemos crespos, nos maquillamos y nos bajamos una botella de tequila con nuestras amigas – no nos hace menos que nadie; porque el tinte rubio puede decolorar, la plancha puede quemar pero ¿llegar a reducir nuestro valor intelectual? Jamás.

Hagámoslo por nosotras, por nuestra salud mental; porque no hay nada peor que sentirnos enemigas de nuestro reflejo y vernos obligadas a esconder aquello que nos hace únicas.

Entendamos que no tenemos que elegir entre ser Marie Curie o Kim Kardashian cuando podemos ser como Elle Woods y amar el rosado, hacer el bend and snap de vez en cuando y presentarnos diciendo nuestro nombre y nuestro signo astrológico.

Porque la vida no se trata de extremos como el blanco o el negro. Puede ser llena de matices, de tonos de rosa, de combinaciones entre el verde y el lila: de ser nuestra mejor versión y aceptar que la banalidad es parte de lo que nos compone como lo que sea que seamos.

Barbie abogada, Barbie publicista, Barbie burnout, Barbie princesa de Genovia, Barbie psicóloga, Barbie médica, Barbie Orgullo y Prejuicio, Barbie Taylor’s Version, Barbie validación académica, Barbie Daddy Issues, Barbie Bizarrap Session, Barbie básica, Barbie estereotípica, Barbie entusada, Barbie cierre de ciclos. O Barbie, y ya.

(Lo demás viene por separado)
Editorial Gold Dust Woman – Modelo: Valentina Acosta

Pidámonos perdón por todas aquellas veces que nos hicimos sentir inferiores – o permitimos que otros lo hicieran – solo por dedicarnos a nosotras y a hacer lo que nos gusta. Olvidemos la mala connotación de lo básico y dejemos de creer que debemos esforzarnos el doble, o el triple, para ser válidas, queridas, importantes, vistas.

Dejemos atrás esas ganas de encajar en estándares ajenos, no olvidemos que en realidad Hannah Montana también somos nosotras cuando decidimos juntar a la perra básica con la viejota y hagamos de ese comercial que tanto vimos cuando éramos pequeñas: “sé lo que quieras ser, sé una barbie girl”, nuestro mantra diario.

Ana Barros

Si recibiera 1 dólar por cada vez que tuve que decir "como Barrios, pero sin la i" cada vez que me presentaba en la universidad, hoy sería nepo-baby. La verdad es que soy la amiga que todo lo relaciona con una canción de Taylor Swift, le echa la culpa a mercurio retrógrado y si me descuidan 2 segundos me quedo dormida. Todo esto para decir que escribo porque me enredo hablando en voz alta.

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